El silencio lo confirma. Es un silencio que se dice con palabras, que se
manifiesta con hablar de lo menos importante, de lo más cotidiano. No quiero
que haya ninguna duda, ella creo que ya las habrá enfrentado, y como siempre,
se habrá ingeniado alguna manera para salirse de ellas. Pero ella lo sabe y yo
lo sé, nadie lo ha dicho y no es necesario, porque cuando las palabras hablan
entre ellas, se dicen cosas que nunca salieron de la boca, que se esconden
entre lo banal, lo efímero y lo vacío, ignorando por completo el diálogo que se
mantiene, esa envoltura que recubre lo auténtico.
Lo de ella y yo es distinto y nosotros lo sabemos. Lo comprobaremos, y
cuando pase nos reiremos; entre carcajadas y recuerdos, será grandioso saber
que todo este silencio habrá hecho tan importante nuestro encuentro, porque lo
de nosotros no ocurrió con palabras, no ocurrió con chocolates o caramelos, ni
con cartas, ni con salidas al cine, ni nada de eso.
Es inevitable ese momento, y muy probablemente, bastará con una mirada
para retorcernos en lo más profundo del deseo. Miradas que parecen besos y en
ocasiones al contrario. Dos bocas que se juntan y nunca se desprenden, que se
atascan en el hielo y se sumergen en el tiempo hasta que absortas y fascinadas se
preparan para flotar sobre un aire denso y sublime que no reconoce espacio
alguno, que juega con nosotros, moviéndonos en ritmo de vals hacia ningún lugar
aparente, danzando sobre el agua, sobre el aire, de un lado al otro hasta encontrar
una cama. Ellas juegan, se muerden, se retuercen y gimen, se lamen entre ellas,
a veces se devoran sin que se den cuenta, una a la otra, la otra a la una, a
veces todo el cuerpo, hasta que no se sabe quién es quién y se pierde la conciencia
(que lo más probable, nunca estuvo en ningún cuerpo), se pierde toda noción de
realidad, de belleza, de razón, porque en ese momento todo es perfecto, todo
está donde ha tenido que estar, la vida no es vida en ese instante, es algo
mucho más que eso, es la eternidad misma, que siempre estuvo ahí esperándonos,
como si bastase con una gota para estallar en tan esperado encuentro.
Javi Jiménez
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