Blanca
pluma que juegas en el aire;
Que
sabes a silencio;
Que
posas de la altura soberbia tu mirada;
Errante,
prisionera del incierto destino.
Fuiste
quien acecho al hombre enamorado,
robándole
las horas y estímulos de vida.
De
enajenados versos buscando su locura;
Borrando
la tristeza que llevo a vivir.
Mi pobreza consiste en que
mis manos no descansan nunca de dar, y mi envidia en ver siempre pupilas encendidas de esperanza y noches
iluminadas de deseos
“Frederich Nietzsche”
Diego Arismendi
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