Quiero decir que hoy
saltando entre las piedras
de mi memoria
he visto colores volando
con sabor a poesía.
Estas piedras me hablaron desde si mismas
como si tuvieran vivo el recuerdo telúrico
de una sacudida.
Y su poema era trágico
como la embestida de un toro rabioso
en el patio de una escuela.
Era este Chile, de geografía imposible
de vaivenes entre ola y Cordillera.
Eran miles las gaviotas sobrevolando los puertos
y escondidos en los patios traseros de mis ciudades
los cuervos,
en los cementerios.
Han venido los colores, y tras de ellos los pinceles cívicos
y más allá de mi olvido, un telar inmenso
como pradera urgente en medio del desierto.
Estas piedras sacan raíces de no sé donde
y exigen agua de mis propias lágrimas.
y cuando sacan tallos y hojas
yo también siento
un indefinible olor a poesía.
¿Quién enseñó a las piedras
a cantar en alegría, no fue acaso
esa telúrica fiesta del volcán de aquéllos días?
¡El poema el poema, en el patio de la escuela!
¡El toro arremete y va con sus cuernos como estrella!
Toda esa fuerza loca, ¿dónde va, por Dios que todo quema?
Los niños corren y la campana llega
y las piedras se hacen globos, como de cereza
y retornan a los libros con sabor de poesía.
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Autor: Enrique Dintrans Alarcón
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