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miércoles, 11 de abril de 2012

EL ADORNO


El lápiz en dos movimientos listo…
La tinta sigue el trazado de aquella que guía,
Acaricia, pacta, mata, condena, y sella los destinos,
Nutriendo su propia hambre saciada en ambigüedad.

Mano roñosa, distinta, que permite abrir emociones a ojos dispuestos,
Es la que se extiende hasta corazones distantes,
Corazones enmohecidos, oxidados, ciegos, oprimidos por la materialidad.

Mano azotada por estaciones, encallecidas por su realidad,
Por sueños inmolados, desvanecidos por la edad,
Esas ignoradas, estandarte del frío, amante de lo cotidiano,
Esas que no guían en dos movimientos.

Las de ayer, y las que hoy que se extienden cual paloma mensajera,
Para palpar las migajas de aquel metal desgastado,
Y cicatrizar por momentos el hambre, que tal vez finamente mengüe.

¡Metal maldito! pestilezco, plaga del mundo, enfermedad de codiciosos…

Manos que nadie quiere ver, que están ahí, extendiéndose ante otras,
Sucias, harapientas, con dedos cañuelescos, hambrientas y sedientas,
Con fragancia a perro mojado, desapercibidas entre tantas.

Manos que acarician por las noches, caminos  y camas arropadas en gris,
Cubiertas por sabanas de cartones, frazadas de heladas,
Plumón de estrellas lejanas, sufridas, dolidas, olvidadas…

Manos que acarician por los días, el camino del repudio,
Aborrecimiento e indiferencia, y la urticantés social,
Desayunando crecientes desprecios abismales, sonrientes al paso.

Manos de manos, manos que no ven manos,
Manos más vivas que el sol, que no se lleva el viento ni la muerte,
Sólo se pierden en la mar y purificadas devuelven las olas…

Para adornar las plazas, andenes, puentes, y todo el
“Artificial gran sitial creado”  por el que en dos movimientos, guía la tinta.

Manos leprosas, desesperanzadas, desechadas,
Perdidas en el sistema, “aguardando al carpintero”…

Manos que no se abren, estériles, con cerraduras de inconciencia,
Y corazones que no se entregan, ante estas manos, que mendigan educación.
ORUGA.

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