Enjambres de ignorancia
gobiernan nuestra mezquina
educación.
Escuelita pobre,
liceíto de número
de precarios resultados en el SIMCE
y P.S.U.,
tasnochados métodos que ensanchan la
brecha
entre highs y bas.
Educación chatarra versus educación
de elite,
burbuja opusdeísta versus delirante
realidad,
maestros cansados, frustrados,
asiduamente inculpados
por la sistémica plutocracia
que siempre encuentra lacayos
para asear sus inmundos retretes.
Decadente carrerita del saber;
alienante ruleta rusa de angustias
de pasta base.
Aprendizaje enlatado, adquirido en
el mercado educativo,
en cómodas cuotas bajo el alero del
descrédito financiero.
Dispar
enseñanza cubierta de azules uniformes,
sonámbula instrucción del desgano
colegial,
bostezo crónico de opulentos líderes
acartonados.
Enérgica protesta de pobres aulas
insurrectas,
desafiante indisciplina estudiantil
contra la narcosis de las ideas.
Clamor de calles lacrimógenas,
de escuelas, de voces quebradas, de
ecos resilientes
que tiñen de hiel la inapetente
resignación.
¡Salgan al fin a recreo!
Diatriba de los que sobran,
lumpen del mórbido capital.
Mi pedagógica viga anhela ser el
incondicional sostén
de sus infranqueables batallas,
gloriosos detractores del estigma de
su casta plebeya.
Bienaventurados contestatarios de la
deshonra y el olvido.
¡Benditos disidentes!
Alejandra Montoya
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