La
rapiña dejada por las guerras.
El
clamor de infantes,
transformados
en lodo.
El
fango les tapa la boca,
los
dientes arrancados
por
el acero.
La
enseñanza de la Noche
queda
cautiva en los anaqueles
de
los bancos.
La
sabiduría burlada de la Tierra.
El
aullido y la furia
estallan.
El
conocimiento negado
por
el mercado,
por
la civilización impuesta
del
dinero,
de
la empresa.
La
sala de clases
se
vuelve
presidio.
Los
ministerios de la lobotomía
enseñan
a contar
los
productos de la tienda,
las
muertes sin par
que
la educación
hecha
campo de concentración
ha
incrustado en los corazones
cautivos
en los nichos de los liceos,
donde,
también, los clérigos
violaron
toda fe
atravesando
con crucifijos
las
virginales mentes que, confiadas,
esperaban
crecer en un mundo
pleno
de libertad, amor y colectividad.
Las
primeras grandes enfermedades
surgen
en
las aulas cancerosas
de
los colegios de hediondo tufo,
donde
se incita a cumplir
las
directrices del egoísmo y la violencia.
El
sistema educacional
aparece
como
el verdugo y el maestro
de
futuros verdugos,
maestros
en la tortura,
en
la violación,
en
el engaño constitucional.
Tanta
de esa mierda se ha ido acabando, porque
contra
el matadero se lanzan,
liberando
a la verdad y a la muerte
de
las jaulas del inerte estado,
los
corazones salvajes
que
se remueven la pesadilla
enceguecedora
con
la que han especulado
en
la Bolsa
los
funcionarios de la avaricia.
Se
arrojan a las calles moribundas,
estremecen
al mundo,
despiertan
a sordos y a mudos,
las
almas iracundas.
Todo
por doquier se levanta,
ya
no hay miedo institucionalizado
al
terror bendecido por las Catedrales,
al
hambre votada en el Congreso,
a
las torturas legitimadas por el Parlamento.
¡No
creáis que son animales indefensos
ni
cachorros necesitados de limosnas!
Ya
no hay cabida
para
sojuzgar,
para
enaltecer la esclavitud
cicatrizada
en los pizarrones
de
la mente liberada,
guerrera,
fuerte del estudiantado.
Valiente,
no deja caídos en el campo
ni
huye ante el mazo de la violencia,
protectora
de la educación del sexo a golpes,
de
las mentiras,
de
las múltiples excusas
dadas
a diario
por
las vocerías de gobierno,
enriquecidas
con sangre,
desgarros,
dolor
y exclusión.
¡Qué
se estremezca el planeta!
El
fin del juego está próximo.
Estudiantes
del mundo
encaran
a agentes de la DINA
engordados
en alcaldías,
a
economistas rastreros de dictadores.
El
fin del juego es ahora,
el
futuro es ahora.
Estudiantes
del mundo
construir,
no es reformar lo ya podrido;
el
cadáver del sistema
es
un vampiro que se alimenta a diario
de
vuestras esperanzas rotas.
Sólo
queda destruir el vicio del mercado,
para
avanzar, libres al fin, hacia
el
aprendizaje y la enseñanza
de
la vorágine de la vida.
Destruir
sin temer
la
explosiva humareda
que
envuelve en fuego
la
ciudad dormida.
Destruir
con trabajo libertario
que
se hunda en la tierra
y
en los campamentos proletarios
llevando
la biblioteca liberada
y
la enseñanza sin clases
de
todos quienes tengan algo que decir,
algo
que dar y recibir.
Sin
menoscabo, sin menosprecio,
sin
la indigna soberbia dada por el lujo
y
el dinero.
Educación
libre, ni estatal ni privada,
brota
de las manos laboriosas
de
todas las estudiantes cansadas
de
ser el fetiche de una publicidad
de
mierda o de desodorante,
la
misma basura con otras moscas.
Cansadas,
construyen nuevos modelos
educativos,
donde
el conocimiento no sea un privilegio,
ni
la sabiduría una cárcel de totalitaria
ideología.
Los
estudiantes no están agotados,
ni
cansados, están furiosos.
Su
furia es la revuelta,
la
fértil revuelta que incita a alzarse,
a
sacudirse el polvo de los años,
para
lanzarse en picada a las calles,
no
para exigir, sino que para avanzar,
avanzar
hacia la construcción propia
de
la vida, una vida que por fin rompa
las
amarras del mercado, una vida,
una
vida real, verdadera, no la mierda
impostada
por los colegios de la dictadura,
cuando
todo era temor y vacío.
Eso
se acabó.
Ahora,
no hay temor, sólo coraje.
Ahora
hay deseos de vivir, de ser libres,
de
sacudirse de las mentiras
y
amar, por fin, amar.
Dejar
la cárcel,
el
presidio,
el
campo de concentración
y
hacer de la escuela
un
huerto, una comunidad fraterna,
una
sala de ensayos, donde la música
sea
matemática
y
la poesía esté junto a la ciencia,
donde
realmente hayan maestros,
construidos
por el afecto y el respeto,
y
no por la ejecución de piruetas agresivas.
la
humanidad se sacude,
no
hay cambios radicales, sin decisiones
radicales.
Ya
es tiempo de vivir
y
eso, eso es lo que se ve en la protesta,
en
el amor puesto en la lucha,
en
la furia frente a la injusticia.
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